Siempre pienso en lo absurdo de todo, en mis gustos y teorías literarias, en todo el tiempo perdido. Pero la sensación es fuerte, esa en la que te encuentras incómodo con tus semejantes. No porque piense que estén todos equivocados, no. Quizás sí por esa sensación desagradable de ver cómo nadie sabe tratar a los otros con delicadeza, incluso con respeto.
Y yo, tan parco en palabras, con tanto miedo a ponerme en evidencia, a veces busco que otros sacudan mi papeleta y digan Esto es lo que quiere decir Alberto. De esto habla el chaval. Y aquí ha llegado Marcelo, con su Subsuelo.
No me hacen falta palabras para defenderme, solo Marcelo. Solo un Mira, deja de decir obviedades y léete esto. Aprendamos un poquito todos.
Subsuelo está por encima de tantos en muchos sentidos. En la maravilla de su desorden, estructural y gramatical, tan medido. No se puede organizar de otra manera esta historia. Y cómo está escrita, tambaleante, revuelta, perfecta; con sus reglas propias. Demuestra que no es que se pueda escribir de otra manera, es que no hay manera mejor. Intercala presentes, realidades, pensamientos, y nunca, jamás, te pierdes. Nunca, es imposible. Todo es tan claro porque tiene sentido y fuerza y párrafo aparte
está muy reposado, muy pensado, muy trabajado.
Subsuelo es una historia que he leído dos veces en un mes, y que leeré más. Que está muy bien tratada por Salto de Página. Subsuelo es una historia sobre el rencor, sobre la familia, sobre lo deleznable y sobre el amor. En Subsuelo, tras un atentado familiar en las primeras páginas, crees que poco más se puede contar más allá del dolor, quizás tras las depresiones de todo el mundo. Pero no, sus personajes, sobre todo los jóvenes, los veintitantos, demuestran que la vida no es fácil y que en el hormiguero cada insecto tiene el derecho a joder a sus vecinos como crea conveniente.
Subsuelo es el mejor Marcelo. Es, ya, una de mis cinco novelas favoritas.
Será un regalo que tendréis todos en vuestras fiestas hasta que dude si os lo he regalado en el pasado. Espero que en ese momento haya más marcelos que regalar.
Pero no tengas prisa, amigo.
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