Esta mañana no ha sido una de las buenas en el colegio,
desde primera hora. Durante un segundo de calma me vi revolviendo en la
librería obras desconocidas, como había hecho tantas veces cuando era más joven. No
había más ayuda para el lector que su propia inercia. Yo solía acertar,
pero es que siempre he sido muy benévolo con lo que me hacía disfrutar, aunque
sea un poquito, agarrado a la butaca. Pronto llegó la era de internet, mi
amistad con Fantasymundo o las constantes conversaciones con grandes lectores.
Pero esta mañana necesitaba volver diez años en el pasado. Y así fue: me quedé
solo en la librería y vagué entre sus pasillos y estanterías. Qué sensación más
grata… Y he salido de allí con el pasado: El viejo y el mar, de Ernest Hemingway (nunca he leído nada de
este buen hombre y hoy era un buen momento); y con el futuro: La cápsula del
tiempo, una novela de Elige tu propia aventura
moderna, que entra por la vista. Está llena de referencias a los
treintañeros, con un mapa, con una novela dentro de ella misma, con teatro,
literatura epistolar o incluso medio bíblica; qué tío más atrevido este Miqui Otero. ¿Me gustarán? ¿Alguien
comprará El amargo despertar por este mismo sistema? ¡Quién sabe!
Os saluda,
Alberto.