Suelo decir que escribo para no olvidar. Luego, que los lectores no olviden lo que yo he escrito es ya una ilusión pantanosa. Suelo decir, también, que comencé El amargo despertar tras leer una decena de novelas apocalípticas en un par de meses (o genesiáticas, según se mire), hasta convertirme en un adepto. Ser un fanático y ver un barrio a medio hacer o a medio morir al lado de mi casa fueron los únicos ingredientes de esa historia pasada.
Y de todos esos pedidos a Cyberdark llenos de novelas a punto de desaparecer, La Tierra permanece fue, de lejos, la que más me gustó, el único de entre todos los libros de mi biblioteca, junto con un viejo Señor de los anillos, del que me he encariñado como mero objeto físico. Quizá su portada, su aspecto endeble, su Ash.
Hace unos días se ha reeditado para convertirse desde ya en mi regalo de veinticuatro euros tipo. Yo me pondré de inmediato con la nueva traducción, a recordar que una vez me enamoré de un libro.
P.D.1. Sí, este blog se llama así por algo.
P.D.2. ¿Qué hago en mi biblioteca: junto los dos volúmenes o llevo el viejo tras los Aldiss o los Bradbury y el nuevo al lado de Čapek o Bester?
P.D.3. Alejo, si una vez lees esto, ¿conoces Mundo Desierto, de Andrevon?
0 comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.