lunes, 12 de agosto de 2013

Llamazares vuelve a Sabero




Llamazares vuelve a Sabero. Como él dice, el tiempo pasa y todo se repite. Llamazares en Sabero. Llamazares es Julio, el autor de “La lluvia amarilla” o “Luna de Lobos”, mi autor favorito, de lejos. Sabero es un viejo pueblo minero de la montaña leonesa. El pueblo que hay al lado del mío. Es difícil que no te guste si te animas a visitarlo. Vuelve, de nuevo, vuelve, a la Ferrería, un lugar reconvertido a museo siderúrgico y cuidado al máximo. Lugar donde yo, de pequeño, jugaba al baloncesto. Lugar donde mis antepasados trabajaban para dar de comer a los míos. Lugar, lugar. Presentaba “Las lágrimas de San Lorenzo”, su última novela. Su excelente última novela.
Antes de empezar, los más impacientes nos agolpábamos a la puerta de la Ferrería y charlábamos. Charlé con Llamas, un poeta de la zona, un ser extraordinario. Dijo de mi novela, viéndola con interés que, carai, estaba bien editada. Luego hablé con Llamazares y acordamos vernos de nuevo allí, presentándome él a mí esta vez en Navidad, si estuviera por allí. Si eso ocurre me puedo morir tranquilo. Me presentaba a un amigo suyo diciendo: “Éste también es escritor. Escribe bien, la novela es buena. Pero escribe bien, ¿eh?”. Yo, algo apartado, me quedaba sin palabras y casi sin aliento. Sé que “El amargo despertar” no ha gustado a todo el mundo, pero si a él le ha llamado la atención me quedo tranquilo. Pecando de orgulloso digo: por algo será, ¿no?



Cuando todos callan y se empieza a oír el micro, la sala estaba llena, con gente de pie. Llena no de cincuenta personas, llena de más de doscientas. Un logro teniendo en cuenta que esto no es Madrid. Es el lugar en donde quién busca soledad la encuentra. Soledad y cobijo. Es Roberto, el gerente del museo, el que empieza a hablar. Nos agradece y califica la reunión con palabras y adjetivos mayúsculos, literarios. Buen comienzo. Tras eso habla David Rubio, también novelista y sobrino de Llamazares. Habla tranquilo, como si te conociera de toda la vida. Habla de “Escenas de Cine Mudo”, la novela que transcurre en Sabero, su lugar familiar por excelencia. Luego de “La lluvia amarilla” que, 25 años después de salir (además con una edición especial con DVD incluido) se sigue comprando, leyendo y robando. Sobre ella dice una gran verdad: “En algunos pueblos hay más militantes que habitantes”. La patria ahora es dónde sueñas en invierno y pasas el verano. Al menos esa es mi patria, sí. Dice de la novela ayer presentada que es “una lección de vida”. Tras el sobrino habla Llamas, que se ha preparado todo un discurso y dice que solo va a hablar de poesía, porque “Las lágrimas…” es eso en gran parte: poesía. Ahora comento algunas frases que dice. Y dice de ella que hay de todo y mucha vida. Julio habla siempre de todos nosotros y recomienda hacer una segunda lectura, que el libro es desesperado. Que literatura y gente es lo mismo. Luego lee retazos de la novela y de poemas robados que en ella se incluyen: “Como la generación de las hojas, así de los hombres”. Habla de que el tiempo nunca retorna y que esa es la razón de la melancolía.



Luego entra Julio, emocionado, agradeciendo. Dice que García Márquez explicó que uno escribe para tener amigos, y viendo la sala no puede tener más razón. La idea principal de la novela es que todo se repite: la vida, las estrellas, las estaciones. Luego comenta un chascarrillo con David, su sobrino. Le pilló un día en su adolescencia haciendo un trabajo para el instituto. Tenía que hablar del autor de “Luna de Lobos” tras leer esa novela. Lo hicieron juntos, lo corrigieron juntos, y le pusieron un cinco. Grandioso. Continúa diciendo que una novela es todo menos lo que cuenta. Una novela es el recuerdo, el poso que te queda de ella cuando has olvidado de lo que trata. No puedo estar más de acuerdo. La literatura trata de conmover mediante el lenguaje. Genial. Sobre su última novela dice que trata del paso del tiempo, de su fugacidad. Que siempre, antes de empezar cualquiera de ellas, quiere saber su título y su estructura. También admite que no sabe nada de estrellas y que toda novela es autobiográfica, no por contar la vida del autor, sino porque habla de su alma. Luego lee un capítulo, sin estridencias. Y se acaba, y nos vamos todos a ver las Lágrimas de San Lorenzo al cielo, en otra actividad del museo. Pero esa es otra historia. Otra lejana historia, tan histérica como real. ¿Qué somos con respecto a la inmensidad del universo? ¿Qué somos?

 

Decenas de fotos de gran calidad del evento están aquí. Son de José Luis González (www.santaolaja.com)


Os saluda,
Alberto.

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